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sábado, 27 de octubre de 2012

Me invadirá la noche

Tengo miedo de que el tiempo me arrebate lo que me queda de él,
que se lleve en cada instante un poco más lejos su recuerdo.
Cada día que pasa, cuando llega la noche, cerrar los ojos duele.
Y esta noche tiene una hora más que nos separa,
Ya no puede acariciarme, no puedo acurrucarme en su pecho y mirarnos. Son imágenes de sus poderosas manos, de sus ojos inevitables lo que temo perder. Su voz y sus palabras mañana quizá suenen extrañas porque habré olvidado su color rasgado y su timbre grave. Habré olvidado el hombre mayor y complejo que fue.
Olvidar sus ojos me da pánico. Porque hay otro ahí fuera que tiene su nariz, sus manos. Un ser extraño. Pero nadie tiene los ojos que tenía mi abuelo, no. A veces parece, por esos ojos mágicos, que él nunca formó parte de este mundo. La memoria juega traviesa con nuestros recuerdos. Algunas veces logra sorprenderme con una imagen olvidada que rompe mi corazón. Pero no son sólo imágenes las que vienen a herirme, es también el silencio. Eso es la muerte, para mí. Desde niña me acomodaba en su pecho y oía su corazón. Mi abuelo era un sabio aunque él nunca lo supo. Oía su corazón, sí, el mismo que fue apagándose, tan fuerte como era. Cuando dejó de latir llegó el silencio. Cuando se apaguen sus ojos, me invadirá la noche.