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lunes, 12 de agosto de 2013

No hay melodía


Soy una cavidad,
el hueco en el que olvido...

Mis manos de papel se rompen.
Mi lengua se ha deshecho,
Mis pies son de granito.

Un paso es decidir.

Sin fuerzas permanezco,
en los huecos de tu aliento
y de rodillas.

No hay casi luz. Sin luna.
No puedo. Nada.

Y vomito...
     vuelvo a descubrir el llanto
            intento recobrar mi sitio,
                   recordar,
                        respirar alivio.

Este vacío pesa en mí una noche entera.

Quiero olvidar, volar;
despedir este miedo, combatir.

Pero tiemblo, horrorizada de mi misma.
Descanso un minuto en el que huyo
para borrar mi propio nombre...

...una cavidad sin fondo,
el agujero de lodo
en el que escribo.

No hay melodía en la noche que me acalle.
que ahogue el hedor,
 los gritos.


Ritual de noches cálidas

Llega despacio, inquieto.
La mirada turbada y esquiva.
Acaricia el borde de la mesa
y se sienta distante,
las piernas cruzadas.

Un susurro apenas,
una caricia que acompaña su cuerpo,
el saludo medido.

Comenzamos.
El ritual es siempre el mismo:
palabras vacías mientras recobra la calma,
mientras sopesa los espacios y el silencio del tiempo.

En un instante concreto
se llenan sus ojos.
Su risa camina de nuevo.
Sus manos se acercan a mi,
poco a poco.

Ha vuelto.
Otra vez.
Jamás para siempre.

Acaricia mi pelo casi sin hacerlo.
Pretendemos los dos el ayer,
olvidar lo que somos.

La luz...
El final de la noche.
El adiós que llega y me llena de dudas.

Dejo caer la máscara
cuando no puede verme.
Me prometo a mi misma
que la próxima vez
no habrá una vez próxima.

Ha amanecido
y yo sigo despierta.
La mirada turbada y esquiva.
Su nombre en el borde del labio.
El ritual que siempre cumplimos,
despacio el silencio.