Es el invierno frío, me digo,
el espasmo de vida que no llega.
Los ojos altos, para perderme,
los pies hundidos.
Un recuerdo de tu risa congelada.
Palabras en que olvidarme
se levantan en mis hombros.
Dibujan un precipicio.
Arrugada la lengua de llamarte.
Revientan los poros que me aguantan,
que sujetan el aliento que mastico,
que no quiero,
que no es mío.
Me descubro de sombras que se arrastran,
de un viento gris hecho de grietas,
del reflejo en tus ojos tristes, grises,
que se extinguen,
un bostezo con el que acabarse,
un sosiego de aguas estancadas,
un bulbo podrido.
He dejado a las letras ir cayendo
sólo vísceras y carne.
Ya no queda sangre en este invierno.
Sólo frío.
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