Translate

viernes, 2 de enero de 2015

FIN

Supongo que las cosas de verdad desaparecen con el tiempo. Eso es lo que dicen. Lo que no he oído tan a menudo es como las cosas nacen, y si el tiempo tiene o no que ver con ello.
Me cuesta muchísimo comenzar, porque quizá no sé dónde está el comienzo de mi historia. Tal vez fue aquel día mientras le daba vueltas al café. El sonido del azúcar moreno cayendo sobre la espuma, el olor del café y el chocolate, el tintineo de la cuchara contra la taza de repente despertaron mis sentidos. Cuando tomé el primer sorbo de café ya sabía, en el fondo, que esa tarde comenzaría a irme.
Así pasan las cosas. Como en una pared, las grietas aparecen, al principio imperceptiblemente. Después van abriéndose camino en las partes más blandas; rompen la superficie, descascarillan un poco la pintura. Las lágrimas, como el agua, abomban la pintura, rompen la regularidad, comienzan a quebrar las capas más profundas. Pero es un día, mientras distraído miras por la ventana, cuando la grieta rompe definitivamente la pared. El descuido, la dejadez, el tiempo ha hecho su trabajo. La pared se rompe.
Lo cierto es que ese es el final de una historia, la de la pared que parecía tan firme e inquebrantable. Pero también es el principio de otra. De la historia de cómo dejé de mirar por la ventana distraída mientras mi vida se resquebrajaba otra vez. Y  de cómo tú también harás lo mismo.
Un final, un comienzo.  Si eres fuerte, si te atreves, la resiliencia siempre gana. Me encanta esa palabra, porque habla de lucha, de adaptación, de continuar caminando. Es más que un nombre un verbo, una acción, porque implica una decisión y un movimiento. Una palabra preciosa que me llegó a través de una mujer hermosa. Pero esa es otra historia… hermosa como ella. Cuando quieras, búscala: Nadia Ghulam tiene algo precioso que contar al mundo. Y es la resiliencia en persona.
Yo… bueno, ya te he dicho. Comencé en aquel momento cuando sentí que quedarme a la sombra de lo que se rompía alrededor, por muy hermoso que hubiera sido, por muy segura que me había hecho sentir, acabaría conmigo. Esa decisión tenía olor a café, pero sabía a derrota, la verdad.
Así, le solté la mano, y dejé que él también se fuera. Me costó muchísimo no mirar atrás. Tenía muchísimo miedo de que él no se moviera, de que quedará sepultado bajo los escombros de las ruinas que habíamos habitado. Pero me di cuenta de que esa debía ser una decisión suya, de que ya no debía ni podía protegerle de sí mismo ni de nosotros. Y entonces, de verdad, confié en él y le deje ir.
Te cuento esto, y de nuevo lo lanzo al vacío. Sé que andas por allí, perdido en el silencio de mis palabras. Supongo que lo que quiero decirte es que te quise muchísimo. Con esta entrada cierro mi blog, un blog para mi único lector. Tengo que dejar de invadirte.
 Te veo, te pienso como un águila inmensa y fuerte que vuela y se aproxima decidido desde lo alto de la montaña, capaz de viajar por el mundo entero y de ver más allá de los límites del horizonte.
Amor mío. Sé feliz, inmensamente feliz.

martes, 29 de octubre de 2013

Anhelo de verano

Pasearte.
Con la punta de mis dedos.
Dibujar un espacio al final de tu espalda
en que habitarte.
Construir en mis labios
un reloj inmóvil.
Dejarme ir,
escalarte hasta la línea de tus ojos.
Descubrir tus remolinos
y aquietarlos con mi pelo.
Soportar el peso de tus hombros.
Susurrar sobre tu pecho,
respirar despacio en tus sueños.
No despertarte nunca,
de puntillas.
Convencerte.

lunes, 12 de agosto de 2013

No hay melodía


Soy una cavidad,
el hueco en el que olvido...

Mis manos de papel se rompen.
Mi lengua se ha deshecho,
Mis pies son de granito.

Un paso es decidir.

Sin fuerzas permanezco,
en los huecos de tu aliento
y de rodillas.

No hay casi luz. Sin luna.
No puedo. Nada.

Y vomito...
     vuelvo a descubrir el llanto
            intento recobrar mi sitio,
                   recordar,
                        respirar alivio.

Este vacío pesa en mí una noche entera.

Quiero olvidar, volar;
despedir este miedo, combatir.

Pero tiemblo, horrorizada de mi misma.
Descanso un minuto en el que huyo
para borrar mi propio nombre...

...una cavidad sin fondo,
el agujero de lodo
en el que escribo.

No hay melodía en la noche que me acalle.
que ahogue el hedor,
 los gritos.


Ritual de noches cálidas

Llega despacio, inquieto.
La mirada turbada y esquiva.
Acaricia el borde de la mesa
y se sienta distante,
las piernas cruzadas.

Un susurro apenas,
una caricia que acompaña su cuerpo,
el saludo medido.

Comenzamos.
El ritual es siempre el mismo:
palabras vacías mientras recobra la calma,
mientras sopesa los espacios y el silencio del tiempo.

En un instante concreto
se llenan sus ojos.
Su risa camina de nuevo.
Sus manos se acercan a mi,
poco a poco.

Ha vuelto.
Otra vez.
Jamás para siempre.

Acaricia mi pelo casi sin hacerlo.
Pretendemos los dos el ayer,
olvidar lo que somos.

La luz...
El final de la noche.
El adiós que llega y me llena de dudas.

Dejo caer la máscara
cuando no puede verme.
Me prometo a mi misma
que la próxima vez
no habrá una vez próxima.

Ha amanecido
y yo sigo despierta.
La mirada turbada y esquiva.
Su nombre en el borde del labio.
El ritual que siempre cumplimos,
despacio el silencio.


miércoles, 5 de junio de 2013

Columnas y pergaminos

Ellos hablan,
de las historias que saben
y sus sombras repiten.
Sólo escucho ecos
de lo que nosotras somos...


Mientras, yo,
escondida en tinta,
oculta en otros ojos,
me escribo cada noche
de palabras que olvido,
inenarrable,
imposible de entender,
inacabada.

Aún así
quiero hallarte de piedra
 inmutable,
más eterna que yo
que envejezco,
que cambio...
Me extingo.

Agarrarme a ti
cuando de mi ya no haya nada,
llamarme salvaje,
reconocerte mía,
saber al fin algo de mi que es tuyo.

Pregunto dónde estas en mí ahora
y a tientas me recorro.
Me leo, me toco y
por fin te descubro
en un rincón acurrucada.

Y sin embargo...

De columnas antiguas
y de pergaminos,
de hogueras,
de laurel seco,
de hojas amarillas
me alcanzo solamente.

Una loba acorralada y con bozal de oro.
Soy un espejismo, artificial, palabras.

Descubrirte
en mis dedos,
comprender tu nombre
es lo que intento.

  Y aún por despecho,
    por descuido,
     no te hallo.

Temiendo la oscuridad que te cobija,
pequeñita,
comienzo a balbucearte.
Asustada de mi propia voz,
me llamo mujer por fin,
aún con dudas.