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lunes, 5 de diciembre de 2011

Pactos rotos

Amantes, Marc Chagall
En la canción de los amores olvidados debería dibujar un banco entre cuatro fuentes, entre cuatro estaciones a la puerta del museo. Una noche de, qué decir, casi primavera, tarde y solitaria en medio de Madrid. Debería dibujar también un momento en el que apoyé mi cabeza en tu espalda y te enamoré para siempre (lo que duran los "parasiempres" en esta ciudad, claro). 
Quiero pensar que en la canción también estarían escritos tus acordes, los que tocabas acariciando mi pelo en la oscuridad. A veces me pregunto si yo merecí en verdad uno solo de tus poemas, aunque ni siquiera sé si alguna vez existieron, si los borraste, o los dedicaste a otras después de que yo no te siguiera. Siempre pienso lo injusto que es no enviar las palabras escritas para alguien. Las palabras, así, secuestradas sin destinario, deben sentirse medias palabras,  letras vacias sin objetivo. Perdidas ya sin la necesidad del otro, escritas sólo para recordar uno mismo, para no olvidar. Son palabras egoistas; mírame aquí haciendo lo mismo. Yo al menos, eso sí, te doy la oportunidad de que te pierdas por el universo y descubras todas estas líneas mirándote de frente, desafiándote a revelar si de verdad me quisiste, si aún te acuerdas de mí. 
En la canción de los amores olvidados no puedes ser el único, ni siquiera el primero, ni siquiera el más amado. Sin embargo, eres el único al que quiero escribir esta noche. Deseo contarte que en todo este tiempo te he visto algunas veces, que otras hice como si no te viera y en otras muchas te busqué y no logré encontrarte. ¿Cómo estás? No puedo ni imaginar en qué piensas ahora, a quien miras como me mirabas a mí. Yo no he crecido ni un centímetro, a veces pienso que soy más baja que nunca. A estas alturas debo confesar que no cumplí el pacto, fuera el que fuera.

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